22 febrero, 2017

Cronología de una añoranza (Antonio de Armas de la Nuez)

Por redacción puntocomunica
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-Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mi me enorgullecen las que he leído.
-Jorge Luis Borges-

Cada mañana el indómito y bravío Atlántico besa la dulce y almibarada arena de la playa de las Canteras, cada mañana el gigante marino acuna, al son de isas y folias, los femeninos y sugerentes contornos de la orografía isleña. Ay mar, mi mar, nuestro mar, el epicentro de nuestros deseos y anhelos, el mar de mis penas y dudas, de mis alegrías y tristezas, de mis amores y desamores, de mis querencias y creencias. A ti y a la tierra volveré cuando el tiempo de mi tiempo quede concluso.

Cada mañana la vida fluye a raudales por todos los rincones de Gran Canaria, de la Gran Canaria aborigen, la antigua, la heráldica, la de los blasones y los pendones, la de la Fortaleza de Ansite, la del almendro en flor, la de los riscos y veredas reales y no tan reales. La Gran Canaria de los Guanartematos latentes y candentes. Cada mañana Gran Canaria se alza mayestática para mostrarse serena y entera al mundo. Atis Tirma.

Todo viene de atrás, de la transmisión oral, del principio de los tiempos, del origen de la vida mundana. Centenaria herencia recibida por los padres de nuestros padres y que ha llegado a nosotros con la pureza y la clarividencia de lo bien dado.

Pausado y versado al hablar, su mirada todo lo escudriña; y lo hace mezclando la avidez de un pueril infante con el conocimiento que el estudio, primero, y la edad, después, le han proporcionado. Rectilíneo en el andar, también en el pensar. Hombre sin dicotomías, sin dobleces, sin hechuras posturales que pudieran devorarle. La persona por encima del personaje.

Antonio de Armas de la Nuez exuda cultura y saber estar por todos los poros de su ser. Nada queda con él al azar. Metódico, estudioso, refinado, y por encima de todo arraigado a su canariedad declarada y manifiesta. Antonio ejerce de maestro de ceremonias cuando de oficiar el noble arte de la dicción sale a escena. Respira, mira a izquierda y a derecha, crea su propio y luminoso escenario y se lanza a los brazos envolventes de la Narrativa; sí, si en mayúsculas. El tiempo se para, la expectación se agolpa en todos los rincones del Paraninfo, habla el pope de la palabra.

Siempre he creído que Antonio da más de lo que recibe. Siempre he pensado que su persona y su legado, amplio y rico donde los haya, no reciben el reconocimiento que bien merece. Demasiado cainismo suelto, excesivos desafectos de ciertos y sospechosos personajes que llevan al terreno personal cuestiones sin sentido, base ni fundamento.

Antropofagia pura y dura de personas excesivas, sobradas de inquina y demonios internos que los empequeñecen; y lo que es peor, los envilecen. Y luego, pasado el tiempo, cuando Antonio atraviese su Rubicón personal, a lomos de sus legajos, artículos, y sobre todo vivencias vendrán los llantos, los lamentos, los golpes de pecho, las loas y los homenajes a título póstumo. Odiosa falsedad, “estudiado simulacro” que canta La Lupe en la célebre y popular canción ‘Teatro’. Cada uno repetirá para sí su particular y peculiar gorigori mientras él, imaginariamente entarimado a la tierra que le vio nacer declamará y conversará con todos aquellos que deseen embarcarse en un viaje iniciático rumbo a los confines de la historia de la U.D. Las Palmas. Viaje excitante y pleno de emociones varias. Hay tanto que saber, tanto por aprender. El Argo nos espera.

Antonio recitará, y transcurridos unos segundos, irá saliéndose del poema hasta escapar cuan verso perdido buscando esa libertad sin precio que tanto añora. Él, que estudió y leyó a los Clásicos, él, que buscó y encontró acomodo en tierras inglesas a donde fue imberbe y lozano y regresó aromatizado y ungido por la realeza literaria que le rodeó por doquier. Bebió, sin exceso ni defecto, de las fuentes inagotables del saber y del conocimiento ilimitado que se le puso a su disposición; y Antonio, en un ejercicio de descarado canibalismo cultural y emocional se dio una bacanal dionisiaca que aún hoy perdura. Me produce un placer indescriptible oírle hablar, contar, exponer. Timbre de voz con caída libre hacia lo dulce, pausas con sentido, ningún atropello al hablar, al discernir, al recitar o narrar. Orador brillante y versado en las formas y en el fondo. Bien pudiera ser el profesor Keating en ‘El club de los Poetas Muertos’ o el joven novicio Also de Melk en ‘El nombre de la rosa’. Saltos hacia delante buscando el más difícil todavía, persiguiendo con ello cerrar la cuadratura del circulo. Con Antonio de por medio no desdeñen nada.

Hubo en mi tierra, en la ancestral Gran Canaria, una cultura anterior a la Conquista y adhesión a la Corona de Castilla. Era el tiempo de los Guanartemes y de los Faycanes. El tiempo del tagoror, del beñesmen, de las harimaguadas y los guayres. Hubo un tiempo de asimilación y aceptación de las nuevas costumbres. Hubo un tiempo de frenesí vital y emocional. La epidermis rebozaba y rezumaba salinidad.

Antonio de Armas de la Nuez o la cronología de una añoranza. El hombre y su obra. El hacedor de nuestros sueños de la infancia, de nuestra enfermiza pasión por todo lo que representa y significa Udé. Nuestras escapadas a las arenas, allí donde el fútbol solo se veía a la mitad, allí donde el frenético y desgarrador canto del gol sonaba diferente. Luego traspasamos los vomitorios del sancta sanctorum amarillo y aquello pareció el acabóse; hasta las rodillas nos temblaban. Sublime liturgia que nos ha acompañado siempre. Y mientras el corcel galopaba, el cronista inmortalizaba y creaba. Y paralelo a ambos la Unión Deportiva Las Palmas crecía y crecía, pero también caía y se iba a la infesta posada del diablo, la 2B. Años duros, años de reafirmar la fe, de seguir creyendo a pies juntillas en el equipo, y sobre todo en su esencia a través de su presencia. Antonio siguió recabando, compilando, trabajando,…Antonio y la historia, la historia y Antonio, dos almas gemelas que juntas llegaron y juntas se irán. Cronos y Clío amamantan al pensador, al escritor, al hombre, al druida de la palabra, al amigo eterno que aderezó, desde sus albores vitales, de cultura, saber y bonhomía su existencia vital. ¡Silencio!, Antonio va a hablar.

Diego de Vicente Fuente
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