29 septiembre, 2025

«Habitar las sombras»: El IVAM es velado en una muestra sobre la penumbra y sus esquejes

Por Alba Beltrán Pérez
Share

El pasado jueves 25 de Septiembre tuvo lugar la inauguración de dos exposiciones en el IVAM: “Habitar las sombras” y “Kara Walker. Burning Village”, ambas comisariadas por Rosa Castells, responsable de colecciones del MACA y Blanca de la Torre, directora del IVAM. En su presentación, se profundizaron los motivos que llevaron a la iniciativa de que «Habitar las sombras« (25 sep. 2025 – 18 ene. 2026) surgiera, mostrándose un contexto tanto interdisciplinar como para las propuestas del museo que se está construyendo. Desde que se empezaron a pensar en las sombras literales de la obra de Kara, desembarcó la idea de la sombra, donde surge la muestra colectiva de más de 50 artistas, planteando ahondar en lo que permanece en la penumbra, el claroscuro, su poder metafórico como memorias individuales y colectivas o las obras en blanco y negro. A partir de ahí se forjó la exposición, entrelazándose obras tanto del IVAM como del MACA.

Una de las cualidades centrales es lo fílmico y la memoria. Fotogramas de numerosos actores como Boris Karloff, Mel Gibson cuando interpretó Hamlet o la atmósfera del cine negro ponen de centro la representación, la puesta de escena encomendada a una misión inteligible. La disposición de la sala también tiene que ver con esto, expresándose en un diagrama de planos, picados y contrapicados, el montaje que revela un lenguaje en cuanto a la colocación y tránsito de las piezas, la iluminación atmosférica etc. No solo lo cinemático, sino que la literatura también ocupa estos confines. Dejando de lado los heroicos mitos con un camino lineal y pensadores que se entienden en lo “universal”, surgieron autoras que se mueven en una espiral de lo íntimo, real e inconsciente : Silvia Plath, María Beneyto, Toni Morrison o Marguerite Duras. El hilo conductor de la exposición son los versos de Alejandra Pizarnik, entrando en diálogo con los de las otras.

La exposición se despliega en 5 ámbitos o espacios que permiten sumergir al visitante en diferentes atmósferas. El primero son los espectros, presentado por una cita de Marguerite Yourcenar: No tengo miedo de los espectros. Sólo son terribles los vivos, porque poseen un cuerpo. Aquí se puede encontrar el cuadro de John Davis que representa una familia de fantasmas a carboncillo (Family Ghosts, 2003-2004), un borrón nebuloso y negro estampado en el lienzo de Pablo Bellot (Caminante n.94,2015), la mujer coronada por iguanas sorprendida por Graciela Iturbide (Nuestra Señora de las Iguanas,1996) o las figuras amortajadas de Zoran Music (Fauteuil Gris,1998).

Deslizándonos hacia el segundo umbral, nos encontramos con un lugar donde se insinúan las sombras y complejidades de la psique, que arranca con esta cita de Alejandra Pizarnik: «Hay quien proyecta su sombra en mi cuarto, hay quien proyecta con ojos que no son míos«. Allí conviven los maniquíes descorporizados de fibrocemento de Joan Cardells, los rostros suplicantes de Santiago Ydáñez, los ojos de Louise Bourgeois (Eyes,1996) frente a los numerosos ojos que nacen en la espalda de la figura suspendida de Olga Adiego (Transcription-SD-143), el cuadro de la extraña niña con un muñeco en tonos en negativo de Isabel Oliver o el cuchillo metálico clavado en la piedra de Mark Bradford, que dota el poder de la palabra por encima de la espada (The Once and Future King (for Parkett no. 89) 2011).

El tercer enclave apela a la domesticidad, donde María Beneyto se erige con su fragmento de “Nocturnidad y alevosía”: “Dejabas ropas húmedas – recuerdo de aguaceros remotísimos- aquí y allá,colgados de las sombras…”. Cindy Sherman aparece haciendo una performance de un ama de casa en un still de cine negro, inquieta como quien ha visto; las toallas apiladas de Natividad Navalón en la estantería de plomo están atrapadas en lo aparente banal de su uso, pero a la vez impregnadas; la cuna de alabastro de Álex Francés, que bien podía ser el desierto de sueños de una criatura o remitir al perímetro donde yacía recién fallecida para ser fotografiada.

En los rastros de lo humano, Pizarnik vuelve a entrever su sombra y la sombra de su sombra como sentido de si misma . En un paseo por el apocalipsis urbano, Mark Bradford muestra los carteles impresos abrasados que encontró y recogió en su vecindario; Susy Gómez una canoa de bronce; el vértigo de la instalación de barras de metal donde cuelgan trípodes de Ángeles Marco o Àngels Ribé que ,fusionándose con la luz y transportándola, deja un reflejo en la pared y entonces acabamos en la arquitectura.

Las palabras de Concha Méndez coronan el final, un tratado de arquitecturas ausentes: “Y si miro hacia la sombra donde la luz se deshace, temo también deshacerme y entre la sombra quedarme confundida para siempre en ese misterio grande”. La morfología, composición y materialidad concreta de los edificios de los Beher y jaurías de rascacielos industrializados de plomo de Miquel Navarro contrastan con las piezas más sepulcrales de Sugimoto (U.A. Walker, New York 1978. Theaters, 2000) o las zonas desoladas de Hannsjörg Voth e Ingrid Amslinger o Rula Halawani.