9 abril, 2010

"Las huellas erradas", la vuelta a casa de quienes ya no tienen adónde regresar

Por redacción puntocomunica
Share

Eduardo Iriarte, Premio Logroño de Novela 

Valencia, 09/04/2010
El Tercer Premio Logroño de Novela nace en la cuna del castellano para convertirse en una referencia literaria hispanoamericana. Éste es uno de los objetivos de la Fundación Caja Rioja, el Ayuntamiento de Logroño y la editorial Algaida, impulsores de un certamen cuya cuantía es de 90.000 euros, aspecto que lo convierte en el quinto premio literario mejor dotado en España, por detrás de convocatorias como el Planeta, Alfaguara, Fernando Lara y Primavera de Novela, y con la misma dotación que el Premio Cervantes. En esta edición se recibieron 300 originales.

José Manuel Caballero Bonald, presidente del Jurado de esta tercera edición, estuvo acompañado por los miembros de Jurado y también escritores de prestigio José María Merino, Gustavo Martín Garzo, Eugenia Rico y Martín Casariego, ganador de la edición anterior con su novela La jauría y la niebla.
En el invierno de 1876, en plena retirada del ejército carlista hacia los Pirineos, Simón y Andrés, combatientes del bando liberal, desertan y huyen en compañía de una niña a la que han rescatado del cruento saqueo de un caserío.

Transcurrido un año de aquellos incidentes, Simón regresa en busca de Andrés para perfilar el extraño suceso que aconteció en pleno bosque en el transcurso de su huida. A su llegada al pueblo del compañero de armas, no obstante, descubre que éste asesinó a la que fuera su novia nada más regresar, y luego puso fin a su propia vida.

Simón, incapaz de creer algo semejante, se propone averiguar qué ocurrió. A partir de ese momento, sus huellas se convertirán en un eco de las de Andrés, y su vida quedará ligada a la de los habitantes de Escarza de una manera que poco antes le hubiera parecido inconcebible, y que no permite augurar sino misterios más oscuros.

Entrevista con Eduardo Iriarte
—¿Qué puedes desvelar de Las huellas erradas?
—Las huellas erradas es la historia de una búsqueda, del regreso a casa de unos personajes que, en realidad, ya no tienen adónde regresar. Trata sobre la investigación que, finalizada la tercera guerra carlista, lleva a cabo un soldado liberal sobre la suerte que corriera un año antes un compañero de armas que desertó con él. Al averiguar que, a su vuelta, ese compañero asesinó a su novia y luego se quitó la vida, el protagonista de la novela comienza una indagación que es en realidad una exploración de los motivos que los llevaron a desertar y un intento de explicarse un acontecimiento extraño del que ambos fueron testigos durante su huida.

—¿De dónde surgió la historia?
—Vino, como todas mis novelas, de una imagen. Vi un soldado que volvía a casa del frente, pero que en vez de regresar alegre e ilusionado, llevaba «el miedo en la mirada». A partir de ahí, empecé a preguntarme qué impulsaba a este soldado a continuar su camino de regreso cuando todo parecía indicar que no le esperaba sino un destino funesto.

—Navarra durante la tercera guerra carlista es un contexto peculiar para una novela. ¿Por qué elegiste ese periodo y esa ubicación?
Probablemente esta historia hubiera podido funcionar en otro contexto, pero el final de la tercera guerra carlista me parece un época especialmente turbulenta y evocadora, un tiempo de odios a flor de piel y de heridas todavía sin restañar; en resumidas cuentas, un telón de fondo idóneo para un relato que gira en torno a la venganza y la culpa como éste.

En cuanto a la ubicación, también podría haber sido diferente, pero preferí regresar a la tierra donde pasé mi niñez y mi primera juventud, o, más bien, a una Navarra mítica formada a partes iguales por recuerdos de infancia y por historias y leyendas mucho más antiguas.

—Dices que Las huellas erradas no es una novela histórica. ¿A qué genero pertenece, entonces?
—Esta novela no se adscribe a ningún género y es mezcla de varios. Es una novela de misterio, o, mejor dicho, una novela con misterio, pues se plantean incógnitas que resolver, pero tampoco se ciñe al género negro. Yo diría, si acaso, que es una novela psicológica, pues transcurre dentro de la cabeza de los personajes y lo que a la postre importa no son tanto sus actos cuanto sus motivaciones y las huellas que éstas dejan.

—El jurado del Premio Logroño de Novela hizo hincapié en «la elegancia e intensidad» de esta novela, así como en su estilo «sugerente y evocador».
—Sí, me alegró mucho que Caballero Bonald, como portavoz del jurado, hiciera mención de estos aspectos y reparase en esa «evolución del estilo» que se da a lo largo de la novela. Mi intención era llevar a cabo una suerte de «maniobra envolvente» para atrapar al lector en los primeros capítulos a fin de poder llevarlo posteriormente al terreno de los personajes de manera que vea y sienta lo que ellos ven y sienten.
Por otra parte he querido también dejar un margen de actuación al lector, y, en vez de contarle hasta los últimos detalles de la trama, ir abriéndole rendijas para que vaya atisbando el devenir de la historia y también proyectando sus propios miedos, compartiéndolos de alguna manera con los de los protagonistas.

—¿Se deriva este estilo de las numerosas traducciones que has llevado a cabo?
—Llevo muchos años traduciendo autores anglosajones, desde W. H. Auden a Tom Wolfe, pasando por Stephen Spender o Somerset Maugham, y es evidente que tanto ahondar en textos ajenos me ha permitido elaborar posteriormente otros propios.
El traductor es por definición el lector más escrupuloso, y son las lecturas atentas las que me han llevado a una escritura —espero— minuciosa.

—¿A quién va dirigida Las huellas erradas?
—Probablemente al lector que soy yo, o a un lector como yo, que disfruta con la novela negra, pero también con la poesía de Auden y Ashbery, y sobre todo con las novelas de Onetti, Conrad o Ian McEwan, por poner tres ejemplos dispares; un lector, en suma, que busca referentes pero está ansioso de algo que se desvía en cierta medida de los cánones establecidos.

Sobre el autor
Editor y traductor de profesión, Eduardo Iriarte (Pamplona, 1968) lleva casi dos décadas vinculado al mundo editorial. Tras cursar estudios de Filología Inglesa en la Universidad del País Vasco, obtuvo el Diploma in Translation of the Institute of Linguists of London, así como un título de Posgrado en Estudios Avanzados de Edición (Oxford Brookes University).

A lo largo de estos años —ligado en calidad de lector, traductor o editor externo a editoriales como Bruguera, Salamandra, Lumen (Random House-Mondadori), La Poesía, señor Hidalgo, Visor o Anagrama—, ha traducido novelas y ensayos de autores como Tom Wolfe, Gore Vidal, Kiran Desai, Jon McGregor, Patricia Cornwell, Nancy Huston, Elmore Leonard y Somerset Maugham, entre muchos otros.

Asimismo, ha publicado ediciones a su cargo de los poetas W.H. Auden, Louis McNeice, Stephen Spender, Jack Kerouac o Charles Bukowski, con cuya versión en castellano de Lo más importante es saber atravesar el fuego estuvo entre los finalistas al Premio Nacional de Traducción en 2004.

Por lo que respecta a publicaciones, además de prólogos a antologías y relatos breves, su primera novela, Simulacros de vida, vio la luz en 2002. Posteriormente ganó el XXIX Premio de Novela Gabriel Sijé con Sombras lentas que caen, que se publicó en 2005, y dos años después se alzó con el Premio de Novela Francisco Umbral con su obra Más allá de la fragua.

Print Friendly, PDF & Email