Guedes - Fuente: Archivo Fundación UD Las Palmas
26 diciembre, 2021

Herencia y vivencia

Por redacción puntocomunica
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Diego de Vicente

Ya no juegan hoy los niños como antaño yo lo hiciera emulando a mis paisanos Casimiro y ‘Corredera…» (Braulio)

Guedes - Fuente: UD Las Palmas

Guedes – Fuente: Archivo Fundación UD Las Palmas

Ya no revolotean, felices y despreocupados, los alcaravanes por la capitalina playa de las Alcaravaneras; allí cerca, muy cerca del ya tristemente desaparecido templo amarillo, el cubil, la guarida de las mesnadas isleñas, de aquellos inveterados jugadores que portaron con honor y mucha gloria la casaca amarilla de la UD Las Palmas. No hay presente sin pasado. No hay recuerdos sin memoria. No hay historia sin hechos que relatar. Ya no revolotean ni planean los alcaravanes como antaño lo hiciera el célebre Juan Salvador Gaviota.

Las palomas sobrevuelan alrededor de la imponente e inacabada catedral de la ciudad. Allí, entre callejuelas efervescentes de viejos y añorados recuerdos que nos trasladan a un pasado heráldico y señorial que ya no volverá. Vegueta y su laberinto cretense, donde los minotauros y el Fauno campan a sus anchas entre isas y folias, entre clérigos con sotana y alzacuellos; en una mano la biblia y en la otra el escapulario y el rosario. La hostia siempre consagrada y la bestia interior apaciguada. Deanes, presbíteros, monaguillos, archiveros catedralicios, gentes de Dios y al servicio de Dios y de los hombres. Todo tan sacro, tan cercano a lo divino y tan alejado de lo humano. Apenas unos pocos recuerdan al Obispo Pildaín, quizá Agustín Chil Estévez. Las campanas tañen y no lo hacen por Hemingway, tal vez lo hagan por Diego de Muros II.

Hace unos meses se cumplieron los 72 años del nacimiento, del advenimiento a nuestras vidas de la UD Las Palmas. Hace unos meses los 50 años de la prematura muerte de un icono de nuestro equipo, del auténtico demiurgo del fútbol isleño, un señor dentro y fuera del terreno de juego: Juan Guedes Rodríguez. Pañales y mortaja , nacimiento y muerte, bautismo y extremaunción. Las arenas del paseo de Chil, las arenas de la playa de las Alcaravaneras donde el equipo de fútbol infantil del Pepsi Cola hacía sus pretemporadas de espaldas al mar y de frente al Insular. Despertares, y todos ellos a la vida. San Lazaro, Quillet, Lita, Unión Risco, San Pedro Mártir, Muelle Grande,..fútbol de tierra y polvo, de sueños y grandes esperanzas.

Hace 72 años que vive entre nosotros; adherida a nuestras pasiones y a nuestros desenfrenos mundanos. Alimentando a generaciones dispares, a aficionados singulares. A gentes de bien, a estratos sociales divergentes que una vez se dan cita en el reciento amurallado se tornan convergentes. Hace 50 años que la muerte lo señaló y lo marcó. Nos arrebató su vida y su fútbol poético, rebosante de versos libres. Zurdo impenitente e incorregible, nunca se debe corregir a un genio. Dotado de una inteligencia natural que compartió sobre el césped con sus compañeros de juegos y correrías. Nacido para triunfar, nacido para escribir el prólogo, nunca el epílogo, y mucho menos su propio epitafio. Su muerte agrandó dolores, derritió corazones gélidos, desencajó rostros hasta entonces hieráticos, incluso hizo adjurar a devotos incurables e insaciables. No hay muertes justas, sólo muertes. Siempre nos quedará su fútbol de escuadra y cartabón. Su fútbol de alta escuela, mejor sería decir de academia, de pases al infinito o más allá. Siempre nos quedará su humanidad más allá de su epidermis. ¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!

La UD Las Palmas lleva una senectud donde mezcla elegancia con tronio, mesura con paciencia. Tras sus agitados y apasionados inicios llegaron los tiempos de conquistar lo conquistable, de acceder a lo inaccesible, de encontrar su propio vellocino de oro. Llegaron los buenos tiempos, los mejores vientos, el Parnaso futbolístico. El aromático y dulce sabor de los objetivos cumplidos, el nacimiento de una generación dorada de jugadores de la tierra que dotaron al equipo de una identidad arraigada y ensamblada a nuestras ancestrales tradiciones. Fervor mariano hacia una pléyade de jugadores irrepetibles en la distancia y en el tiempo. Pasaron los años y aparecieron los futbolistas con acento sudamericano, jugadores con hechuras de Gardel y maneras de Enrique Santos Discépolo. Borges se nos hacia más familiar y hogareño. La puerta de Fedora nunca se cerró ni para ellos ni para nosotros. Algunas tardes esa puerta se convirtió en el Pórtico de la Gloria, y otras nos abrió de par en par el averno. El Infierno de Dante existe, al igual que el Purgatorio y el Paraiso; ¡ay mi Divina Comedia!

También llegaron los días tristes, de desasosiego, de penurias, los días de sombras, de la Ley Concursal, de los esfuerzos de muchos; entre ellos el inolvidable periodista deportivo Gaspar Rosety, mi jefe, mi amigo, mi mecenas, siempre vivo en mi recuerdo, por reflotar un barco que se iba a pique en aquellas noches del Gloria Palace; los días de campar con languidez y desasosiego por los infames infiernos de la 2ºB, la posada del diablo, allí donde nadie se acuerda de ti. Allí estuvimos y de allí volvimos. Penamos nuestros pecados, y tras hacerlo el fútbol no exoneró.

Guedes - Fuente. UD Las Palmas

Guedes – Fuente: Archivo Fundación UD Las Palmas

Juanito Guedes cruzó su propia puerta, tras asomarse al alfeizar de la vida durante 28 años, un día de marzo de 1971 atravesó su propio Rubicón. Juan Guedes cruzó la divisoria yacente y silente. Una desgarradora y cruel enfermedad lo venció, sesgando de cuajo la vida de un hombre bueno y de un futbolista sencilla y llanamente extraordinario. Irrepetible. La tragedia tomó forma y sumió a la isla de Gran Canaria en una espesa bruma de dolor y pena. Aún no había muerto el hombre que ya estaba tomando forma el mito, la leyenda. Murió Juan, siguió creciendo el club. Y con ello la vida que continuó emanando, fluyendo a borbotones, escapándose de nuestras manos como cuando cae el agua a chorros y es imposible detenerla. La leyenda del mito sigue perdurando en el tiempo. Georgina Ojeda y sus hijos bien lo saben. Las quimeras siguen alimentándose.

72 años del nacimiento de un Club que representa una serie de valores que se han ido transmitiendo de generación en generación, 50 años de la desaparición de una figura icónica que unida a la muerte, pocos años después, de Tonono enlutó sobremanera a toda la sociedad grancanaria, futbolística o no. La isla se decoloró, se tornó huraña e infeliz y sólo el tiempo la izó de nuevo. Algunos cuentan que hasta la Caldera de Bandama bramó y vomitó su infinito y sufriente pesar. El mármol lapidario adosó al hombre a la tierra y al mito a la literatura.

Dos historias asidas por un mismo hilo conductor. Dos historias que representan el concepto sociológico de una sociedad carente de referentes y sobrante de ilusiones y deseos.

La vida nos dio a la entidad, al Club y nos quitó al hombre, al duende del balón, al espigado 6 que volvió del revés al vetusto recinto de Ciudad Jardín, la basílica de nuestras oraciones y rezos. La historia se seguirá escribiendo a través de los ojos iluminados de un niño, pero también a través de la mirada serena de un hombre que ve las cosas desde la perspectiva que otorga la madurez. La historia nos lo recordará todo. Y cuando nuestra memoria falle, y cuando nuestros recuerdos comiencen a disiparse y a desmembrarse ella, y sólo ella nos mantendrá en pie y estoicos ante el pasar de la vida. “Pasan los hombres, quedan sus obras”.

Dos tiempos, dos edades, dos recuerdos separados en la distancia temporal, pero dos signos identificativos de nuestro acervo cultura y sobre todo de lo que en realidad somos y representamos: vida y muerte, risa y llanto, comedia y tragedia.

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