"Incluso los ángeles van a Hofbrauhaus"
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"Incluso los ángeles van a Hofbrauhaus"Valencia, 15/06/2012
El tic tac del reloj de la hermosa torre de la Marienplatz señala las once y media. Es el momento elegido por las figuras del carillón para iniciar su envolvente y seductor baile a tañido de campana. La gente se agolpa en el interior de la plaza dirigiendo sus miradas, y sus cámaras fotográficas y de video, hacia la parte alta de la torre entre asombrados y expectantes. Las figuras cobran, durante unos minutos, vida y girando en el sentido de las agujas del reloj muestran lo mejor de su milenario repertorio. Aquí las bambalinas nunca caen.

Unas calles más abajo, girando hacia la izquierda está Platzl 9; y en ese lugar, en el corazón más sentido y pasional de Múnich reposa desde los albores de los tiempos conocidos Hofbrauhaus. Es la cervecería más célebre del mundo. Así de tajante es la cosa.

Allí, en el epicentro cultural y gastronómico de la Alemania bávara  se agolpa de repente todo un mundo que embriaga y cautiva al viajero venido de lejos, de muy lejos. La historia y el embrujo del lugar se pueden percibir mucho antes de acceder al interior de local. El aroma es inconfundible.

Nuestra espera apenas dura unos minutos. La entrevista, vía mail, ha sido establecida a las 12 horas; y es a esa hora, ni un minuto antes, ni un minuto después cuando se presenta ante nosotros Sabine Barthelmeb, la relaciones externas con la prensa; bien secundada por un amable y solicito ‘Tito’ Landeros, un camarero chileno, de Santiago y seguidor de Colo-Colo, que hace de interprete entre Sabine y nosotros.

Ya estamos los cuatro, porque al trío ya conocido hay que añadir a Inma, mi novia, que ejerce de brillante escriba anotando con celeridad todo aquello digno de reseña.

La batería de preguntas no tarda en iniciarse. Tras un breve intercambio de saludos damos comienzo a la entrevista.

La crisis, la dichosa y casi eterna crisis abre el fuego. “Hofbrauhaus no la nota. Seguimos teniendo un ritmo de vida, una clientela preferentemente alemana. Tenemos 3.500 personas fieles, socios, que están con nosotros. Los alemanes, antes de salir al extranjero, prefieren, en los tiempos difíciles, quedarse en Alemania y gastar en Alemania”, comenta Sabine.

Detrás de Hofbrauhaus hay una historia que envuelve literatura y liturgia a partes iguales. La tradición arranca en 1589, y desde entonces hasta ahora ha ido sorteando todos los embates que la vida le ha ido poniendo por delante.
“Hofbrauhaus pertenece en la actualidad a la municipalidad de Munich. Después de la Segunda Guerra Mundial lo tomó el Estado Alemán. Cada cinco años se reparten los beneficios obtenidos entre ambas partes; una de esas partes es la familia que en ese momento tiene la explotación del local y la otra parte es la citada municipalidad de Munich”

La Historia de la cervecería muniquesa está ahí, tan sólo hay que entrar en google para leerla y releerla cuantas veces se quiera. Esa Historia, con mayúsculas, convive con el presente. “El nombre en si ya lleva impregnado su historia. Es la cervecería más antigua del mundo, fundada en 1589. Además aquí todo es muy local. La banda que toca todos los días del año, salvo el día de Todos los Santos y un día de Pascua, toca música bávara, sólo bávara. Nosotros no tenemos que competir con nadie, seguimos nuestro propio camino; lo demás ni nos atañe ni nos preocupa. Trabajamos por y para nuestros clientes”.

Una de las cosas que llama la atención de Hofbrauhaus es que las tiendas de souvenirs  que están en su interior “no dependen de la propia cervecería en si, son subcontratas”.

Lo cierto es que allí, en aquel rinconcito muniqués la mística y la liturgia se funden impregnando al lugar de un duende de difícil explicación. Hofbrauhaus te atrapa, te seduce como antaño lo hiciera con personajes tan ilustres como Kennedy, Lenin, Sissi, la Emperatriz de Austria, que estuvo de incógnito…, “Si alguien viene a Munich y no viene a Hofbrauhaus, no ha estado en Munich”. Tal vez por ello muchos famosos y no tan famosos se han asomado de manera manifiesta o de manera soslayada por allí. Y quién llegó un buen día a Hofbrauhaus fue Alois Hingerl, y llegó para no irse nunca más. Primero en vida, ocupando una de las mesas que se encuentran a la izquierda del local según se accede por su entrada principal; y ya luego, una vez fallecido cuentan que regresó porque no paraba de incordiar a Dios para que le encomendase alguna misión en Munich. Y claro, Dios desde su eterna magnificencia y bondad, le hizo regresar pero ya convertido en ángel para cumplimentar una tarea. Pero Alois Hingerl se hizo el remolón y se dirigió a Hofbrauhaus, en donde volvió a ocupar su eterna mesa; “esas mesas, que son lo más antiguo que tenemos en el local, datan del año 1897”. Y Alois continua bebiendo la excelsa cerveza que allí se sirve, la HB, acompañada por un buen codillo. Y el ángel de Hofbrauhaus vela por el buen funcionamiento del local. La leyenda al servicio de la literatura. Y dentro de esa literatura tienen cabida las anécdotas, anécdotas que aderezan al local. “En 1908 un cliente se atrevió a pedir una limonada; y claro, la camarera se negó a atenderlo. También por esa época un elefante se escapó de un circo que visitaba la ciudad y llamado por la curiosidad entró en Hofbrauhaus”. ¿Y quién no entra en Hofbrauhaus?.  Entra hasta Dios.

En Navidad la magia lo ocupa todo. Las paredes, los salones, los aledaños. En Navidad los desarraigados de la ciudad, los sin techo, los menos favorecidos encuentran en su gran salón, en la parte superior, un motivo para ser felices. “La noche del 24 de diciembre el salón se llena y los indigentes pueden disfrutar de una cena sin ninguna otra preocupación. El salón es de ellos, sólo de ellos”. Todo gratis; como la esperanza, como los sueños, como la innegable y humana capacidad de sorprender. Todo de corazón y desde el corazón. Los sueños empiezan en Hofbrauhaus, y nunca acaban. Ya se encarga Alois Hingerl de eternizarlos.

Diego de Vicente
email: [email protected]

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