Lupriett, o como alcanzar un sueño
24 noviembre, 2012

Lupriett, o como alcanzar un sueño

Por redacción puntocomunica
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Lupriett, o como alcanzar un sueño
Mislata (Valencia), 24/11/2012, Diego de Vicente Fuente
El corralito marcó y sigue marcando, pasado el tiempo, la vida de los argentinos. Las caceroladas se hicieron populares en un país lleno de contrastes. Argentina lleva muy adentro su historia más reciente, esa historia que fluctúa de forma pendular no terminando de asentarse. Los argentinos ansían encontrar la hoja de ruta definitiva que les lleve por veredas y caminos menos inhóspitos y más transitables.

En Diciembre del 2001 el gobierno de Fernando de la Rúa impuso el ‘corralito’ y la sociedad argentina entró en barrena. El terminó que había acuñado el periodista económico Antonio Laje sembró el caos. Manifestaciones, agitaciones, la gente echándose a la calle intentando recuperar no sólo su dinero sino también su dignidad.

En toda esta vorágine vital, en este desorden social e institucional muchos decidieron hacer sus maletas y dar un salto hacia delante. La emigración es una necesidad, la emigración es una válvula de escape ante situaciones límites que ponen al hombre contra la pared, una pared demasiado gruesa.

Claudio Omar Luca (21-octubre-1962) fue uno de esos cientos de argentinos que tomó la difícil decisión de dejarlo todo, incluidos a Graciela y a sus cuatro hijos, para venir a España, a Valencia. Y lo hizo con tan sólo 50 euros en sus bolsillos y sobre todo con la esperanza de que algo iba a cambiar en su mundana existencia. Y cambió, claro que cambió. 50 euros apenas duran un suspiro y eso Claudio lo sabía. Acogido en casa de un primo de su madre que le dio amparo y cobijo éste bonaerense, seguidor del Barcelona y del River Plate, no tardó nada en ponerse en marcha. Primero como pintor ocasional, muy ocasional y luego ejerciendo su autentica profesión, y por que no decirlo, su ferviente pasión: la peluquería.

Y fue allí, en su Buenos Aires natal, entre ‘xeneises’ y ‘millonarios’, entre ‘canallas’ y ‘leprosos’, entre ‘pincharratas’ y ‘funebreros’ en donde Claudio Luca inició su periplo profesional. Inicios prometedores que le llevaron a trabajar en la afamada peluquería de Angelo Colucci, en la avenida Pueyrredón. Pero Argentina se desplomó, se resquebrajó, y ese resquebrajamiento le trajo hasta aquí. Vuelta a empezar, reinventarse no fue difícil; lo fue mas dejar atrás a los suyos. Todo cuesta, y a Claudio el precio se le multiplicó por dos, o por tres.

Un buen día, con los últimos 12 euros que le quedaban en el bolsillo, se fue a la peluquería del Corte Inglés. Ese era el precio del corte, ese fue el precio que pagó y ese fue el precio que le abrió las puertas a aquel lugar de postín. Fue el regreso a sus orígenes, su volver a empezar. Poco importó que aquel día se tuviera que volver andando a su ocasional casa en la avenida del Puerto. Claudio llegó y convenció. Y de ahí en adelante su vida, y la de los suyos, se ha ido escalonando de proyectos y andanzas que le siguen enriqueciendo a grandes dosis. Nada viene dado, todo hay que lucharlo, él lo sabe y ha hecho de eso una de sus máximas vitales.

Tras dos años asentado y ubicado en los intestinos del Corte Inglés decidió que su tiempo allí se había acabado. Cerrada una página abrió otra. Trayectoria siempre en sentido ascendente. Se marchó agradecido del trato y del ambiente de trabajo, pero se marchó. Claudio bien sabe de despedidas, de pasos adelante, de saltos difíciles y arriesgados. Para él la vida es “una continua aventura”.

Concluida su etapa primigenia en equipo inició su andadura en solitario; bueno, no tan en solitario pues junto a Graciela, su mujer, las cosas no han sido ni tan duras ni tan complicadas. El dueto es fiable, dupla de éxito. Proyectos varios han ido jalonando su periplo profesional. A una peluquería le siguió otra, y otra. Hoy, once años después de su llegada a España, Claudio Luca se ha afianzado dentro su gremio. Se ha vuelto rocoso, pétreo. Su penúltimo proyecto, nunca con él de por medio podemos decir último, lleva el nombre de Lupriett (existen ya dos; una en Mislata y la otra en Torrent). Nombre afrancesado surgido de la unión de dos apellidos italianos, muy italianos: Luca y Di Pietro. Lupriett es una nueva aventura, un nuevo reto, desafiante y apasionante. “El negocio al servicio del cliente”. “Los precios ajustados a los tiempos de crisis que corren”. La calidad no sólo va en el servicio, también va en el trato. Ambas cosas van hermanadas, la consanguinidad es relevante, declarada y manifiesta.

¿Qué nos ofrece Lupriett?, es la gran pregunta que nos podríamos hacer todos. Si se dan una vuelta por la avenida Gregorio Gea de Mislata, enfrente a la boca del metro, y observan el local desde fuera y desde dentro lo entenderán. No seré yo quien les desvele el misterio. Sólo diré que vale la pena ir, os doy mi palabra.

Claudio Luca y su familia dejaron Buenos Aires atrás. El sabor del tango no es igual acá que allá. El Clásico de los Clásicos no se vive ni se siente con la misma intensidad ni pasión. Los unos gritaran “gallinas”, mientras que los otros vociferarán “bosteros”. El Monumental de Núñez adecentado con sus mejores galas, el barrio de la Boca expectante. La Doce desafiante se encamina hacia la Bombonera recitando de memoria los nombres de los más grandes jugadores xeneises. La liturgia siempre presente. Dos mundos, dos culturas. Dos encarnizados enemigos deportivos frente a frente.

Claudio Luca ya no pasea por la avenida de Mayo, y por tanto no puede degustar un aperitivo en el centenario café Tortoni; sí, sí ese mismo café donde años atrás, muchos años atrás la melancólica Alfonsina Storni, entre otros egregios personajes, musitaba para sí todos sus pesares y sus frustraciones. Azarosa vida la suya. Tampoco puede acercase por Parque Patricio y oler el aroma y la esencia que por allí dejaron los Brindisi y René Houseman, entre otros; Houseman, un colifato (loco) encantador y seductor. Huracán, ‘el globito’, ya no es lo mismo sin ellos. Ya nada es lo mismo sin nadie. El Metropolitano del 73 queda demasiado alejado en el tiempo y en la memoria. Junto al ‘Loco’ y a ‘Miguelito’ estaban Carlos Babington, el inglés, Larrosa, Alfio Basile, Russo, Roganti,…; y junto a ellos César Luis Menotti en el banquillo. La platea delirante y desquiciante. Todos embriagados y embebidos. El ‘Globito’ surcando los cielos capitalinos. De locos y para locos. El milagro fue posible.

Claudio pasea su profesionalidad por otro tipo de canchas. Ni potrero ni porteño. Huye del verbo fácil y embelesado. Va directo y se enfrenta a la vida como sólo saben hacerlo los que construyen los sueños y las ideas a través del trabajo y la dedicación. Adaptarse nunca fue un problema para él. Asume los riesgos que toda aventura genera, pero eso a él le motiva, como antaño el fútbol de ‘La Máquina’ de River motivó y encandiló a los cronistas más excelsos del panorama futbolístico. En pie y desde el respeto más sentido ahí van sus nombres: Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. ‘Banda Sangre’ pura. ‘Millonarios’ que no ‘Gallinas’.
Ya sólo nos queda preguntarnos, ¿ y después de Lupriett, qué?

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