30 agosto, 2013

“El Duende en Paz vuelve a casa” (Juan Carlos Valerón Santana)

Por redacción puntocomunica
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Juan Carlos Valerón Santana
Valencia, 30/08/2013, Diego De Vicente Fuente
Saltó al césped del estadio de Gran Canaria rodeado de ese áurea que siempre le acompañó allá donde sus pasos le llevaron. Se ubicó frente a Tribuna, alzó sus majestuosos brazos y saludó a los aficionados que lo aclamaban con vítores y loas hacia su persona. Su estilizada figura no perdió ni aplomo ni compostura, y eso pese a que la emoción le embargó desde el inicio en su nueva puesta de largo frente a los suyos. El hijo prodigo ya está en casa. Bienaventurados todos aquellos que a partir de ahora lo disfruten. La magia vuelva a Gran Canaria. Ya nadie podrá embaucarnos ni adormecernos con gestos decolorados y carentes de elegancia y clase. El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

El nauta atlántico vuelve a casa tras dieciséis temporadas alejado del arrullo de su tierra y de sus gentes. Se fue casi a hurtadillas, como pidiendo perdón y entre sensaciones encontradas. Afines y detractores no terminaban por ponerse de acuerdo ni con su juego ni con su pausada calma. El vetusto e inolvidable estadio ‘Insular’ lo aclamó pero también lo silbó. Los genios tienen estas y otras cosas. El fino y elegante centrocampista sureño se fue entre silencios enconados y encontrados. Se fue sin aspavientos y sin una mala palabra para nadie. Se descalzó, se desvistió y sin volver la vista atrás condujo sus pasos hacia otros horizontes. No hizo ningún drama; muy al contrario, siempre esbozó esa sonrisa socarrona que le ha granjeado el respeto y la admiración de todo el mundo.

El ‘Duende en paz’ regresa al lugar en donde todo comenzó, a su isla, a su Gran Canaria, a su Arguineguín. Retorna para intentar devolver a la Udé a la categoría que por historia le corresponde. Puede ser su último servicio a la causa amarilla, esa causa de la que nunca abjuró por muy alejado que se encontrara; tanto que llegó a estar confinado por mucho tiempo en las lindes que separaban el inicio del fin de la tierra. Allí, en Finisterra, en el extremo más occidental del continente europeo, cerquita mismo de Muxía y su ‘pedra abalar’, esa enorme piedra oscilante que sólo los inocentes son capaces de mover, Juan Carlos Valerón se agrandó como sólo lo saben hacer los mitos y las leyendas. El 21 sacó y mostró, sobre el césped de Riazor su decálogo de pases, fintas y caños impensables y por ende imposibles. A la sombra de la Torre de Hércules construyó su cancha de juego y durante 13 temporadas ininterrumpidas sembró de magia todo lo que por allí pasó o se acercó. El hombre tranquilo, el de la quinta marcha, el de la cadencia isleña, el de “cortita y al pie” se fue agigantando cuan titán mitológico surgido de la nada para sembrar de admiración todo lo que de él salía.

Vuelve a casa el hijo de todos, ese hermano mayor que un buen día se fue de casa en busca de cumplir sus mil sueños de adolescente precoz. Y los cumplió, vaya qué si los cumplió. Dio y recibió a partes iguales; y entre medias dos lesiones devastadoras y brutales de rodilla que lo sumieron en un túnel oscuro y de difícil acceso. Su rodilla crujió, y por extensión crujió y se partió toda la España futbolística, la insular y la peninsular. Dos años perdidos por el limbo de la recuperación de una de sus más cualificadas partes del cuerpo. Su celestial anatomía le cambió el alma para siempre. Y también la nuestra.

A sus 38 años, ¡cómo pasa el tiempo!, se ha vuelto a enfundar la casaca amarilla. Llega como se fue, cubicado por su eterna timidez y su desbordante humildad. La timidez siempre la ha dejado aparcada cada vez que se viste de corto y salta al campo; la humildad, esa, esa siempre la lleva enhebrada, cosida a él; cuando quiebra o desborda parece que una parte de su corpórea figura se gira para disculparse con el rival de turno por sus ingenuas y delicadas trastadas. Al ‘Duende en paz’ aún le quedan pinceladas por ofrecer y magia por repartir. El estadio de ‘Gran Canaria’ se alzará de nuevo en pos de un sueño largamente perseguido desde aquel fatídico 5 de mayo del 2002 cuando un mefistofélico gol, a los 33’, del ‘Barullo’ Marioni (CD Tenerife) nos hundió en la clasificación y por ende nos descabalgó de mala manera de Primera División. Ha pasado demasiado tiempo, han sucedido infinidad de cosas de toda naturaleza e índole. Viajes a ninguna parte, estancias en la posada del diablo, la ruinosa e infame 2B. El tiempo no se detuvo. Ya es hora, pues, de adelantar los relojes y buscar con él y junto a él la cuadratura del círculo. Todo puede empezar a ser diferente. Cuando él tenga el balón adosado a su pie un murmullo inquietante recorrerá las gradas del recinto amarillo; cuando él trace una línea imaginaria por donde dar u ofrecer un pase un sofoco de difícil explicación se adherirá a la gente; cuando él levante su oceánica mirada en busca del compañero mejor ubicado muchos nostálgicos, de edad y recuerdos, creerán estar viendo a otro ilustre e inolvidable jugador amarillo, al eterno 6, al ‘Mariscal’ Juan Guedes Rodríguez.

Valerón vuelve a Gran Canaria no ha retirarse, ¡qué va!, regresa para seguir creciendo; esa es la mayor de sus grandezas. ¡Bienvenido a casa, amigo!

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