(Dedicado a la memoria de Valentín Goñi Corral)
27 diciembre, 2020

En souvenir des Châteaux de Bordeaux (Dedicado a la memoria de Valentín Goñi Corral)

Por redacción puntocomunica
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(Dedicado a la memoria de Valentín Goñi Corral)Los surcos que a modo de arrugas se van acomodando en nuestra cara y en nuestra frente llevan la inequívoca seña del pasar del tiempo; lo mismo sucede con las níveas canas que, a los que aún conservamos el pelo, se asoman con descaro en nuestras sienes, las carnes que comienzan a flaquear, casi trémulas por el pasar de los años y la acumulación de la grasa corpórea, nada parece que vaya a ir a mejor. El sol va decayendo y los parajes sombríos comienzan a hacerse cada vez más grandes, abarcando nuestros espacios vitales. Ya llevamos varias jornadas en las que hemos atravesado el ecuador de nuestras vidas, no es el Rubicón pero como si lo fuera. Abuelos, padres, hermanos que se van, amigos, compañeros de trabajo, conocidos; la lista hace tiempo que se ha hecho extensa e intensa. Casi sin querer, como por inercia nos estamos convirtiendo en notarios de los certificados de defunción que firmamos apenados y con desgana. Morir no tributa, morir es la némesis de todo mortal.

De Madrid lo castizo y el barrio de las Letras, de Burdeos los vinos y los efluvios del Garona, el río español con acento francés, de Gran Canaria las isas y las folias desatadas y volcánicas, de Valencia el retiro jubiloso entre olores de pólvora y ruidos de petardos. Y ha sido en esta última ciudad donde Valentín cerró su periplo vital. Pie a tierra, la canana a la silla, se acabó la caza; la provenzal petanca pierde a uno de sus más inteligentes jugadores, las cartas boca arriba, sobre la mesa del salón en señal de duelo, la partida ha perdido a uno de sus más reputados estrategas, las figuras del Belén rodilla en tierra, genuflexión sentida y dolosa. Valentín nos ha dejado a todos de forma rápida, sin dilaciones, sin andarse con tonterías por aquello de alargar el sufrimiento de forma innecesaria. Valentín era así, siempre discreto, señorial, positivo, conversador avezado, inteligente y despierto. Valentín, tenía un código de honor, un código donde la ética sobresalía por encima de todas las demás virtudes. Conmigo todos, contra mí nadie.

La primera vez que lo vi fue en la Gran Canaria de la Avenida de Escaleritas. Recuerdo con enamoradiza nostalgia aquella época de instituto, de fútbol, de videojuegos, de chicas… Siempre me sentí cómodo en aquella casa. Recuerdo aquellos platos verdes marca Vereco, marca francesa sobre la mesa de la cocina que tenían unos alimentos exquisitos que llevaban la firma de Angelines, la madre de David. Aquellos platos con su plástico fino transparente que los protegían de los agentes externos. Valentín a pintar y Angelines a Tafira. Siempre trabajando, siempre en perenne comunión el uno con el otro.

Poco a poco me convertí en uno más en aquella casa. Noches de juegos, noche de estudios, noches de risas y confidencias. Entre David y yo fue naciendo una amistad que aún hoy, transcurridos tantos años y tantas cosas, todavía perdura.

Luego Valentín y Angelines se vinieron a Valencia, a Mislata, a la calle Castellón. A ellos les siguió David y con ello fueron estrechando el círculo familiar. Con Maria José en Requena, solo fue cuestión de tiempo que se terminara uniendo la última de la hermanas, Angie que concluida de mala forma su etapa alemana encontró acomodo y cobijo junto a los suyos a orillas del mediterráneo. ‘Refaire surface’ (resurgir), de toda la familia en el amplio sentido de la expresión. Y llegó la luz al barrio de la Luz, ¡eureka!, la familia Goñi Jordán unida ya para siempre. Y a todas estas Valentín sonriendo socarronamente para sus adentros por aquello de haber logrado la unificación familiar. Ya no hacía falta gritar ¡40 en bastos!, ya no. Y siempre a su lado Angelines, ¡ay Angelines! Cuánto dolor y cuánta pena se queda entre tu almohada y tu cabello. Pero también estás adherida a los recuerdos, esos recuerdos que te hablan,que te susurran los antaños atardeceres bordeleses, a orillas del gigante Garona, a la sombra de los Châteaux, allí, sí allí donde nació tu hijo David bajo las bendiciones de la Francia imperial del antiguo general y político Jacques Chaban-Delmas. Esos recuerdos que te trasladan a la acogedora y benigna Gran Canaria, acunada entre Vegueta y Tafira, y aquellas chicas a las que alimentabas no solo en el sentido literal de la expresión sino también espiritualmente.

Y aquí en Valencia parada y fonda a vuestros sobresaltos vitales. Nada fue fácil pero junto al “papá” todo se hizo más llevadero. Y ahora quedan los recuerdos, pero también los hijos, los nietos, y seguir erguida como Valentín hubiera deseado. Continúa su legado, ese el mejor de los tributos, el mejor de los homenajes que se le pueden hacer.

Y tú David sigue con esos valores que te transmitió tu padre en vida. Siempre he dicho de ti que eres una persona generosa y ofrecida, que eres lo que tus padres te enseñaron, que eres lo que vi por primera vez en aquel instituto isleño; eres hijo y padre, padre e hijo y ahora, junto a tus hermanas, debes asir del brazo a la “mamá” y seguir recorriendo la vida, quedan aún muchas risas que esbozar y algunas lágrimas que derramar.

Diego de Vicente Fuente

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