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11 marzo, 2023

Juan Guedes. Referente sociológico de una época

Por redacción puntocomunica
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Pasan los hombres, quedan sus obras” (Borís Pasternak)

Foto-AntonioDesde que Caín mató a Abel, desde que Catilina abusó de la paciencia del Senado y del pueblo de Roma, desde que el mundo es mundo “el hombre ha sido un lobo para el hombre” (Thomas Hobbes). No podemos esconder tras palabras lisonjeras, tras bucólicos y pastoriles textos, tras versadas y animadas odas, tras soflamas incendiarias, tras sentidos y refrescantes poemas lo que el hombre ha sido y es para sí mismo y para los demás.

El ser humano y sus fantasmas, sus miedos y sus demonios, el ser humano y sus tramas demoníacas, sus inseguridades y sus envidias malsanas y malsonantes. Todo un compendio de malas decisiones y peores acciones que sólo traen nefastos resultados.

Existen infinitos lugares en nuestra orografía isleña que la literatura prosaica y también poética ha plasmado en hermosos y lustrosos textos que forman parte de nuestro acerbo cultural y patrimonial. Herencia recogida, herencia legada. Existen infinitos personajes isleños, variopintos muchos de ellos, que dejaron su huella y su innegable impronta en la época que les tocó vivir. Unos ya atravesaron el Rubicón vital y otros siguen entre nosotros enriqueciendo el imaginero popular de un pueblo siempre ávido de conocimientos y desafíos varios.

El pasado diciembre vio la luz “Juan Guedes. Referente sociológico de una época” bajo los auspicios y el mecenazgo de la Fundación de la U.D. Las Palmas. El libro lleva la firma, genial e inconfundible, de Antonio de Armas de la Nuez, consejero e historiador del club amarillo. Hombre preeminente, mente preclara, narrador envolvente, conversador sugerente, con una exquisita y refinada formación academicista. Canario en el fondo, británico en las formas. A Antonio lo conozco desde hace muchos años; nunca hubo un intercambio epistolar pues estos tiempos y sus carencias manifiestas en la visión no lo han hecho posible, tampoco hemos podido compartir mesa y mantel, o un simple café en los acomodados y referenciales lugares de culto capitalino, ya sea, entre otros, en el Gabinete Literario, el Real Club Náutico, o ‘La coqueta de Cano’, regentada por un buen amigo de la familia, Javier Díaz Torres, uno de los muchos hijos que tuvo Federico Díaz Bertrana, recordado presidente del Cabildo insular. La relación con Antonio ha sido a través del teléfono y de varios encuentros que hemos tenido cuando yo me he desplazado a Gran Canaria o él acompañaba al equipo a tierras peninsulares, mas concretamente a Valencia que es donde vivo desde que me marché hace ya muchos años de la isla.

Hablar, conversar, departir con Antonio es sumergirse en el mundo amplio del saber y del conocer. Desde su infancia y a través de su egregio padre, Valentín de Armas, Antonio conoció a personajes ilustres de la vida social y cultural de la época que le fueron mostrando las grandezas y las excelencias de la vida, del arte, de las letras. Sufijos y prefijos vitales que Antonio niño supo aglutinar y adquirir para sí. Y en paralelo a todo ello el mundo amarillo y azul que se le abrió de par en par. Él forma parte del escudo. Nunca fue jugador, ni ejerció cargo técnico alguno pero lo que si hizo fue bajar a las catacumbas, oscuras y frías, del club y recuperar, tras compilar e investigar, la Historia, en mayúscula, de una entidad sin apenas identidad.

Todavía hoy hay advenedizos y eternos envidiosos que intentan menospreciar su obra y por extensión su legado. Y esos mismos advenedizos serán los primeros que cuando Antonio cruce la laguna Estigia juntaran cuatro palabras loando y ensalzando la trayectoria del finado, y venga, a publicar deprisa y corriendo que cierra la rotativa.

Su última publicación glosa la figura de un jugador genial e irrepetible, de un jugador tridimensional que repartió dádivas y prebendas futbolísticas con su zurda diamantina. Su prematura muerte lo elevó al Olimpo de los Dioses y allí anda regateando y garabateando para goce y disfrute de sus correligionarios.

El libro es un viaje, primero iniciático, a sus orígenes, a donde todo comenzó. Y a partir de esos primeros capítulos el lector, expectante y abducido, sigue unido al protagonista en sus andanzas. Llega un momento es que en vez de recibir el pase León lo estás recepcionando tú. Esa es la impresión que sientes. Lector y protagonista unidos por un cordón umbilical creado de la prosa excelsa y envolvente de Antonio.

El material fotográfico es de gran riqueza y visualizarlo te retrotrae a otro tiempo, a otra época que en el caso de mi madre le traen de vuelta agradables recuerdos. Regreso a la Arcadia isleña.

El libro es brillante. Disecciona, con la precisión de un cirujano, la vida de Juan Guedes de una forma minuciosa y al detalle. La prosa es cálida, humana, y en ella se aprecia el excelente gusto sintáctico y semántico que tiene el autor. Es un auténtico contorsionista de la palabra. Lo suyo con la literatura es puro idilio. Siempre he dicho que no se le ha dado el valor que merece, y que su ingente trabajo de investigación y divulgación tampoco ha tenido la repercusión que tamaña empresa era merecedora.

Lástima que el nostálgico Bar Polo desapareciera en la noche de los tiempos, allá por 1972; allí se daba cita lo más granado y excelso de la sociedad grancanaria de la época. Fue el lugar de reunión de aquella pléyade de literatos, poetas, pintores, músicos, cantantes de opera,… En aquel cenáculo literario Antonio hubiera departido con los unos y los otros con las hechuras de quien está investido de conocimiento y saber, su docto magisterio hubiera sentado cátedra entre los afamados tertulianos.

Sé del titánico esfuerzo que ha tenido que realizar para dar forma a esta última obra suya. Mermado físicamente, con una capacidad visual al límite, las energías y las fuerzas ya no son las de antes. Pero lo logró, apoyado en un equipo humano que se entregó a la causa el trabajo llegó a buen puerto.

52 años después de su prematura muerte era de justicia que un jugador tan icónico como lo fue Juan Guedes tuviera plasmado en un libro todo su peregrinar vital. Y quien mejor que Antonio de Armas para ejercer de notorio notario en todo el devenir mundano del extraordinario ex jugador amarillo. Se fue Juan, se murió Guedes, yacente está quien nunca fue silente, el junco isleño quebró y sumió al pueblo en lágrimas de rabia, lágrimas de hiel. Toca leer y releer, toca vivir y revivir, toca seguir escuchando el suave ruido que hace la bota cuando se posa sobre el césped, o cuando con una virulencia inusitada golpea el balón camino éste del fondo profundo y abisal de las redes. Toca gritar hasta desfallecer la consecución de un gol tras hilvanada jugada de las mesnadas isleñas, esas que lideradas por el ‘Romario de la Feria’ persiguen el sueño de devolver a la U.D. Las Palmas a Primera División, la alta sociedad futbolística. Juan Guedes. Referente sociológico de una época. Gracias Antonio, gracias por tus enseñanzas, por compartir tus recuerdos y tus memorias; pero sobre todo gracias por tu inquebrantable y perenne amistad.

Diego de Vicente Fuente

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