Gaspar, el Hombre (Antena de Oro 2013)
9 noviembre, 2013

Gaspar, el Hombre (Antena de Oro 2013)

Por redacción puntocomunica
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Gaspar, el Hombre (Antena de Oro 2013)
Valencia, 09/11/2013
El susurro del viento es perceptible en los rincones más variopintos del paisaje astur, también en los rincones del Madrid más literario y castizo. Susurros a media voz, susurros a corta distancia, casi cuchicheos imperceptibles que quedan inmortalizados en la memoria colectiva que con custodio celo los aísla de miradas inconvenientes y comentarios malintencionados.

Nació en Madrid pero se fue haciendo hombre en Gijón. Allí, en los parajes astures y, entre sus gentes, comenzó a vivir su propia vida. De joven era inquieto, avispado, avezado. De joven hizo de la observación un arte. Todo lo oteaba y tras verificar sus contenidos se quedaba para si todo lo susceptible de aprendizaje y enseñanza. Desde jovencito contó con la inestimable ayuda de su padre, Gaspar Rosety Zuazua y la de su hermano, Manolo. Ambos fueron sus valedores más cualificados y de mayor enjundia y tronío. Ya con ocho años iba con Manolo al Molinón para ver jugar al Sporting de entonces; y con dieciséis, tras morir su padre, tomó prestado su magnetofón y empezó a hacer periodismo. Gaspar niño se prendó de aquel olor inconfundible del césped recién regado, de los graderios rebosantes de ilusiones y sueños plausibles. Gaspar niño sintió la pasión de los goles deseados y anhelados de los delanteros de otra época, de otro tiempo.

“Llegará el barro” afirmó premonitoriamente un buen día el ‘Tati’ Valdés, la ‘maquinona’, el histórico jugador sportinguista. También llegó la muerte junto a él de Gaspar padre mientras entrevistaba al de Mieres. En pleno ejercicio de su profesión caía el hombre dejando su legado a sus hijos, auténticos continuadores de su obra. Todo aún muy vivo y sobre todo muy presente. Un día le escuché decir a Gaspar Rosety Menéndez que recordaba el ruido del teclado de la maquina de escribir de su padre cuando éste escribía, de noche, sus crónicas. Aquella Olivetti lettera 36 es leyenda.

¿Qué más recuerdos guardas amigo mío?, recuerdos de aquel tiempo ya pasado, de aquellos rincones gijoneses que prendieron en ti para no dejarte jamás. Tus paseos por la playa de San Lorenzo, tus tertulias en el ‘Dindurra’, el pub ‘Victoria’ del bueno de Aniceto en el Paseo del Muro. Recuerdos de tu infancia, de tu voraz juventud, esa juventud que te animó y te soliviantó para saber que camino elegir. Recuerdos que hablan de tus inicios radiofónicos, de tus primeras andanzas, de tu corpórea presencia en el ‘Molinón’ siguiendo, entre maravillado e ilusionado, las excelencias de los Lavandera, Churruca, Herrero II, Megido, Castro, Quini, ‘Tati’, Enzo Ferrero, Maceda, Morán y tantos y egregios jugadores sportinguistas. Ni toga, ni escalpelo, ni planos ni cuadriculas, sólo las ondas hertzianas y un micrófono desde donde iniciar tus periplos vitales, tus singladuras, tus aventuras, tus viajes a los confines de la noticia. Y todo ello entre los sonidos de las gaitas, el sabor de la sidra, el hedor y el sudor de los mineros y sus minas. La ‘maquinona’, la ‘mareona’, la ‘escalerona’. Todo muy grande y sentido, ‘puxa Asturies’.

Tras tu periodo de instrucción militar en Cáceres, tocó llegar a Madrid. Otra ciudad, otro mundo. Y fue allí en donde se te abrió de par en par las puertas del Parnaso. Al lado de extraordinarios profesionales te fuiste haciendo un hueco en aquellos espacios deportivos que luchaban entre sí por captar al oyente ávido de nuevas y gustosas sensaciones, o al oyente desencantado que hacia barridos de izquierda a derecha y de derecha a izquierda de su radio en busca del dial que lo sedujera y lo abdujera para una larga temporada. Lucha pura y dura de audiencias con las que contentar a los gestores de los medios y por extensión para sentir de cerca, muy de cerca, el aire fresco y envolvente que otorgan las cosas bien hechas y mejor ofrecidas.

Y en paralelo a todo eso surgió, como un huracán desatado y desaforado, un narrador diferente. Narrador excelso, sublime, apasionado como su propia forma de vivir. De verbo fácil y fluido, de ingeniosas y ocurrentes frases, siempre con su léxico peculiar, su sello particular, con su descifrables códigos éticos, con su detectable copyright. Gaspar se hizo dueño de las cabinas que le sirvieron de cómplices y envolventes cubiles. Allí el hombre se agigantó y a través de su amelocotonada voz, siempre sumergida en el almíbar dulzón de la vida, asentó las lindes de sus dominios. Ya fuera solo, ya fuera acompañado por personajes de recio abolengo deportivo el mundo gaspariano se ofreció a nosotros con toda la generosidad de lo que él y los suyos siempre han hecho gala. La creatividad siempre fue bien vista y mejor tratada bajo su vitalista forma de entender una parte de la radio, de esa radio que a él tanto le ha gustado, y aún le gusta y le seduce. Todo muy delicioso pese a creer él que “narrar es lo que peor hice en mi vida. Quizá parezca raro pero lo pienso así”. Muchos fuimos cautivos tuyos en noches donde había que haber estudiado y por contra quedamos prendados y adheridos a tu voz.

A un lado las filias y las fobias; ambas siempre tan presentes en este maravilloso e impagable oficio de periodista deportivo. Las unas juegan de locales, las otras ejercen de incómodos visitantes. A través de ti, los goles adquirieron otra dimensión y por extensión otro status. Nadie perdía.
Gaspar lo ha narrado casi todo; y digo casi todo porque siempre le quedará algo por contar, algo que compartir, algo que trasmitir desde el pulpito de la tenacidad y el rigor. Sí, sí, tenacidad y rigor, dos de las cualidades más reseñables del hombre, del periodista, del amigo, del infatigable aventurero. Él, que se puso de pie, que se alzó cuando el corazón le quiso tender varias y dolorosas trampas, él, que combatió y combate contra todo lo que no sea ‘juego limpio’ en el deporte, y en la vida, él, que se ha hecho y se ha rehecho muy a pesar de los estultos y tartufos que le fueron saliendo en el camino. Gaspar abogó, desde la razón y el equilibrio, por despertar conciencias, muchas de ellas dormidas y acomodadas. Y, para despertarlas, antes tuvo que tirar de la manta. Era menester, bien que él lo supo. Y lo de menos fue el precio a pagar, tributo ineludible, peaje ya prefijado de antemano. Con él nunca tuvo vigencia el derecho de pernada. Gaspar tampoco empuñó ‘Revolver’ alguno salvo para escuchar y deleitarse con la música de su buen amigo Carlos Goñi.

El próximo día 16 de noviembre y durante el transcurso de una cena de gala en el Gran Casino de Aranjuez le harán entrega de la Antena de Oro 2013 en el apartado digital, “por el trabajo realizado en la página Web de la RFEF y por su cobertura de la Selección Nacional y las retransmisiones digitales”. “Es algo así como el Balón de Oro de los periodistas. Pero no es sólo mía, tengo compañeros como Antonio Domingo Muñoz y Garazi Barriuso que me han ayudado y enseñado muchísimo. Ellos fueron becarios míos y ahora soy yo el becario suyo, quien aprende de ellos. La Antena de Oro es un honor, un orgullo, un privilegio, un reconocimiento increíble que sólo puedes compartir con los tuyo, y en especial, con mi esposa y mis hijas, con mi hermano y con la memoria de mis padres”. Y si no, que le pregunten a Adela, “la persona que me calma las euforias y me anima en las desilusiones pero que siempre está en todas ellas”. Y también están Lara, Adela y Beatriz, sus hijas. “Quedan muchos latidos y muy fuertes. Quizá queden los mejores pero esta Antena de Oro no es la meta de nada ni la llegada a ninguna parte sino el principio del futuro, donde espero que mis hijas y mis alumnos reconviertan el periodismo en lo que es, la ciencia de buscar la verdad y el arte de saber contarla desde un procedimiento ético”.

Aquí nadie obliga a comprar nada a nadie,
tuyo es tu dinero y suyo el transistor.
La calle es de todos, da igual el lenguaje
y pasa la mañana en la calle Mayor”

Agradecer desde aquí el cariño y la deferencia mostradas por su hermano Manolo Rosety, también su amigo, su maestro, su mentor, que camino de la califal Córdoba, junto al Real Sporting de Gijón, todavía tuvo tiempo para contarme anécdotas y cosas de su hermano mientras la cobertura telefónica se lo permitió.

Diego de Vicente Fuente

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